Margaret L. Goodwin {I. D.}

♣ Nombre Completo: Lërònnî era su nombre de sirena; para los humanos se inventó un nombre, Margaret Goodwin.
♣ Edad: 19
♣ Grupo: Sirena del mar
♣ Ocupación: Ninguna

Dulce y muy inocente pero sobre todo alegre. Estas serían las principales características para describir a Margaret, quien a pesar de la adversidad no pierde la sonrisa que le da luz.
Curiosa a todo momento y, aunque en ocasiones se siente intimidada, siempre busca dar la cara a lo que sea. Por otro lado, posee una gran inteligencia, lo que la hace ser impetuosa cuando algo considera como injusto o demasiado abusivo para ella. Esta inteligencia la oculta perfectamente bajo su carita de niña buena. Con ese aire de distraída e inocente da la impresión de que estuviera de paso en este mundo, como si fuera a volarse ante la más mínima brisa.
Lleva en ella el sarcasmo y la ironía, pero es algo que solo fluye cuando se siente intimidada o nerviosa. Es bastante sensible además de impaciente. Puede parecer extraña a simple vista por su forma de actuar, y a veces causar mala impresión, pero si sabes conocerla verás a una persona cariñosa y sincera. Las pocas veces que pierde el control de sí misma, se vuelve una persona borde y difícil de tratar, tozuda y, sobre todo, violenta y descontrolada. Pero odia esa parte de sí, por lo que es muy tolerante y serena a la hora de discutir.

Lërònnî nunca fue una de las sirenas más grandes del grupo; aunque sí de las más delgadas, debido a que no comía carne humana. Tiene la cara ovalada y algo huesuda, lo que hace que sus mejillas queden un poco marcadas hacia dentro, lo que en absoluto es desfavorecedor, sino que la hace más bella. Debe ser atrayente para sus presas, su belleza ejerce de cebo.
Tiene los ojos verdosos y redondeados, nada del otro mundo por su color, aunque sí por lo que transmiten. Sus labios son algo carnosos, escondiendo una blanca dentadura. Posee una larguísima cola dorada al igual que todas las sirenas de su especie, que al secarse se convierte en un par de esbeltas y delgadas piernas, a juego con todo su cuerpo que resulta ser extremadamente delgado.

Hay una isla en mitad del océano Pacífico; una isla coralina y paradisíaca, con una preciosa laguna central de agua salada y muy transparente. Pero los humanos no se acercan allí porque creen que está maldita, habitada por seres malignos. Nadie que haya ido hasta allí ha regresado con vida. Barcos enteros hundidos, tripulaciones perdidas…
Pero esto no es obra de otra cosa más que del grupo de malvadas sirenas y tritones que habitan las aguas que rodean la isla y su laguna interior, que se alimentan de los aventureros que osan acercarse a su morada. Después de quitarles la carne, dejan los restos (huesos, ropa, etc.) en la tierra de la isla, para que así se descompongan y alimenten la tierra, porque si no van humanos allí, las criaturas se dejan secar, lo que hace que desaparezcan sus colas, y así pueden alimentarse de las frutas que cuelgan de los árboles, o de los animalillos que los habitan. Un “período de escasez“, como ellas lo llaman. Durante esos períodos, viven como humanos en la tierra, por lo que deja de haber fenómenos extraños y vuelven a aparecer las gentes que desean apoderarse de la isla, y vuelta a empezar.
Un día, la considerada “reina” de esas sirenas se apareó con un tritón y, meses más tarde, dio a luz a Lërònnî, de la que se esperaba que fuese al menos tan sádica y sin escrúpulos como su madre, pues heredaría su posición de reina.
Durante los años de su infancia, Lërònnî no demostró ninguna aptitud especial: jugaba con las otras crías, comía lo que le daban… No fue hasta los 16 años cuando se dieron cuenta de que algo fallaba. Mientras todas las demás sirenas adolescentes ya se habían “estrenado” en matar algún humano, Lërònnî aún no. Y no solo eso, sino que no demostraba ningún interés por la práctica, y se negó a hacerlo cuando le pusieron a un marinero delante, al que su madre se encargó de eliminar.
Así, el grupo en general y su madre en particular, decepcionados, se vieron obligados a elegir entre expulsarla de la isla o matarla. Durante una reunión que se hizo sin que Lërònnî estuviera presente, el veredicto fue de que fuese ejecutada por sorpresa, dejándola indefensa.
Pero su madre que, aunque estaba muy dolida porque su hija fuese “buena” no deseaba su muerte, la avisó en secreto antes de que la ejecución fuese realizada, lo que permitió a Lërònnî escapar.
Huyó lejos, muy lejos, cruzó el mundo nadando y llegó a la costa de Mako medio muriéndose, pues durante el camino no había comido apenas, tan concentrada que estaba en escapar. Una vez comprendió que estaba a salvo, exploró un poco la isla, alimentándose de paso de las frutas que había, y al encontrarse el estanque de la Luna comprendió que no estaba sola, que allí había sirenas también. Quizás diferentes, pero las había.
Se escondió tras unas rocas sin hacer el mínimo ruido y al rato comprobó que cuatro sirenas llegaban allí. Lërònnî siguió escondida y, cuando las desconocidas se fueron, salió de su escondite y las siguió a larga distancia, llegando hasta la ciudad. Pero ya le había perdido el rastro a las cuatro muchachas.
Robó ropa de una tienda (ya que ella, al secarse y cuando su cola desaparece, no lleva ropa puesta), se inventó un nombre más “humano” y comenzó a ir a la isla a menudo, casi a diario, a alimentarse e intentar encontrar a las desconocidas. Allí ha presenciado fenómenos extraños en el estanque, ha visto ir a gente y, a veces, a las cuatro desconocidas… Siempre desde la distancia, nadie se ha dado cuenta de que ella está ahí. Tampoco ha hablado nunca con nadie en Costa Dorada.

♣ Madre {Môrïpà}: La reina de las malvadas sirenas.
♣ Padre: Ni siquiera sabe su nombre, es un tritón cualquiera de la isla.

♣ Observar a la gente desde la distancia.
♣ Su isla natal, a pesar de todo lo ocurrido.
♣ Intentar hacer vida humana.
♣ El agua.

♣ Que un día la descubran los que querían matarla, y lo hagan.
♣ Que la gente de Costa Dorada la mire raro.